Mi amiga, Soledad

Cada día me despierto, lista para hacer mi rutina diaria. Los domingos, parece ser el mismo día una y otra vez. Las palabras que escucho son un reflejo del echo que me recuerda de la soledad. 

Me repiten que no estoy sola, me encuentro rodeada de gente y aún así mi corazón duele. Trato de buscar compañía pero siento que como un ratón en el laberinto, solo encuentro paredes. Pero aún así, escucho una voz que me habla, o susurra. Es tan pequeña pero potente. En mi corazón reside el dueño de la voz. 

Repite mi nombre, asegurándome que me conoce, y como un fósforo en la oscuridad mi mundo se vuelve colores. Poco a poco Soledad se vuelve una patética sombra de lo que antes me hacía temblar de miedo. Ya no tiene la misma fuerza que antes, ya no es mi gigante. 

Ahora, esa voz que antes era un susurro, ahora son trompetas. Trompetas que cada mañana me despierta asegurando su presencia y en la noche un cántico, como cobertura. Ya no hablo con Soledad, pues ella no es mi gigante, ya no es.

“Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
‭‭Isaías‬ ‭41:9-10‬ ‭RVR1960‬‬

Es triste que pensemos que con solamente ir a la iglesia, el sentido de soledad se va. Se nos olvida que la definición de soledad es la falta de compañía. Por lo que para no sufrir de ella, necesitamos llenar ese vacío con la presencia de Dios. Él es el dueño de la voz en nuestro corazón. Solo buscándolo mediante la oración y la adoración es que ese gigante se convierte diminuto. En muchas ocasiones debemos pasar por un proceso de “cuarentena” o aislamiento del mundo para poder escuchar la voz de Dios.

¿El proceso? Largo y difícil, pero cuando llegamos a la meta final, somos capaces de estar completamente a solo (físicamente) y no sentirlo. Confía en una cosa, es difícil pero posible. Muchas veces el llamado que Dios nos da es uno en donde tiene que transformarnos y cambiar a quienes no nos conviene, y ese es el proceso difícil, pero confía en Él, su plan es perfecto. 

¡Bendiciones! 

Leave a comment